martes, 17 de noviembre de 2015

LA IMPORTANCIA DEL FUEGO.


El empleo del fuego cambió por completo la vida humana. Ante todo, procuró luz en medio de la oscuridad y calor en todo momento. Esto hizo posible extender la actividad a la noche y al invierno, lo que revestiría especial importancia en un período glacial, de manera que Homo erectus pudo alcanzar regiones más frías.
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Desde luego que con el fuego, por sí solo, uno se ve condenado durante el tiempo frío a no apartarse del hogar, pero una sociedad de cazadores podía fácilmente aprender a desollar un animal, limpiar la piel y envolverse en ella. En este sentido, la piel animal reemplazarla el pelo que los seres humanos hablan perdido.
El fuego también era útil como protección contra otros animales, incluidos los más fieros. Una hoguera en el interior de una cueva o dentro de un círculo de piedras mantendría alejados a los predadores. Podían gruñir y merodear por las inmediaciones, pero si no se mostraban lo bastante inteligentes como para mantenerse alejados del fuego, les bastaba con una sola experiencia de lo que significaba su proximidad. Por lo demás, ahora Homo erectus podía acarrear ramas encendidas para levantar la caza, provocar estampidas y conducirla hacia las trampas o los despeñaderos.
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El fuego también hizo posible cocinar el alimento, lo cual es más importante de lo que pueda parecer. La carne es más tierna y sabrosa si se asa. Más todavía: el fuego extermina los parásitos y bacterias, con lo que hace más segura la ingestión de la carne. El fuego vuelve asimismo muy comestibles los vegetales, de otro modo inútiles para la alimentación. Pruebe a comer arroz fresco en su tallo, o cualquier cereal crudo, y comprenderá lo que puede hacer una breve exposición al calor de una hoguera.
Por último, el fuego hizo posibles varias transformaciones químicas de la materia inanimada, como la fundición de metales. En una palabra, el fuego da comienzo a la primera época de relativa «alta tecnología» de la humanidad.
Al comienzo, claro está, el fuego sólo podía obtenerse una vez iniciado por medios naturales. Cuando se disponía de él, era preciso mantenerlo ardiendo continuamente, y si alguna vez se extinguía, había que reanudar cuanto antes la búsqueda de otra hoguera. Si no había una tribu cercana de la que pudiera conseguir el fuego (suponiendo que mantuvieran lazos de amistad como para que eso fuese posible, aunque resulta verosímil por razones de reciprocidad), sería preciso aguardar de nuevo el fuego provocado por medios naturales, y esperar a que las condiciones fueran favorables para hacerse con él sin peligro.
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Pero llegó el tiempo en que se desarrollaron técnicas para iniciar un fuego donde antes no lo hubo. Esto debió de lograrse por fricción: haciendo girar un palo en la depresión de otro, previamente rellena de fragmentos de madera, hojas u hongos, muy secos (yesca). El calor generado por la fricción podía encender la yesca. No sabemos qué métodos fueron los primeros en desarrollarse, pero la técnica de prender fuego representa un gigantesco paso adelante.
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PRIMEROS MÉTODOS DE ENCENDER FUEGO


Los testimonios más antiguos sobre el encendido del fuego se remontan a unos 500.000 años. Parece que el sistema más antiguo —todavía hoy practicado por tribus polinesias y australianas— consiste en el frotamiento de una punta de palo sobre un madero seco. El rozamiento va marcando una ranura en la cual el calor llega a producir un punto de ignición que enciende el serrín. Otro método consiste en una especie de serrado transversal de una madera con otra y un tercero, en la rotación de una punta de palo sobre un madero. La obtención del fuego por medio de una chispa, como en los encendedores modernos, fue el único método hasta 1832, en que se divulgaron los fósforos.
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LA COCCIÓN DE LOS ALIMENTOS


Los hombres del Paleolítico que habitaban en la zona meridional y septentrional de Europa vivieron durante milenios en un clima y ambiente en iodo semejantes a los que habitan los esquimales. Para las tribus que residían en las regiones invadidas por los hielos y las nieves, el calor del fuego significó el único medio de supervivencia.
El fuego permitió también a aquellos hombres, que hasta entonces se nutrían de alimentos completamente crudos, el procurarse una alimentación reconfortante, más agradable y digerible, mediante la tostadura y el cocimiento.
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Esta innovación comenzó con la carne asada y con frutas y raíces tostadas sobre el fuego o al rescoldo. Posteriormente se ideó otro método que consistió en envolver la presa en barro y echarla así a la hoguera. Más tarde, otra técnica fue la de excavar en el suelo un hoyo, a modo de horno, y cubrir en él los alimentos con una hoguera o con brasas.
Uno de los más curiosos medios de cocción de la prehistoria —todavía empleado en ciertas tribus salvajes— consistía en calentar piedras al fuego y luego utilizarlas para asar la carne sobre ellas, o metiéndolas dentro de recipientes para la cocción de sopas y caldos farináceos. De este modo se pudo obtener el cocimiento propiamente dicho, en vasijas de cuero, madera u otro material no resistente al fuego. La alfarería simplificó el procedimiento al permitir el calentamiento del recipiente.


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