Con
motivo del Día del Libro, el Departamento de Latín y de Griego, ha
organizado una serie de lecturas en clase con sus alumnos. Los temas
escogidos han sido:
El mito de Eros y
Psique, que se cuenta en la obra del autor latino Apuleyo
titulada El asno de oro. Los alumnos que se han
dedicado a su lectura han sido los de 1º Bachillerato.
Psique (en griego la
palabra quiere decir “alma”) era una princesa de una belleza tan
extraordinaria que la misma diosa Venus estaba celosa de ella.
Sin embargo, Psique era tan bella que seguía virgen porque su
belleza sobrehumana asustaba a sus pretendientes. Afrodita ordenó a
su hijo Eros, el dios del amor, que castigara a la atrevida mortal.
Por eso, algún tiempo después, un oráculo mandó al padre de
Psique, bajo la amenaza de una terrible calamidad, que llevara a su
hija a una roca solitaria donde sería devorada por un monstruo.
Pero el dios Eros, cuando vio a la muchacha que tenía que morir
en la boca del monstruo que la esperaba abajo, quedó tan
impresionado por su belleza que tropezó y se pinchó con una de sus
propias flechas.
Así fue como Eros se enamoró de la persona que su madre le había
mandado eliminar. Temblando, pero resignada, Psique estaba esperando
en su roca solitaria la ejecución del oráculo, cuando de repente se
sintió suavemente elevada por los vientos; era Céfiro, el viento
del Oeste, que la llevó a un valle donde quedó dormida, sobre un
verde cesped.
Al despertar, Psique descubrió ante sí un magnífico palacio de
oro y mármol.
Cuando cayó la noche y Psique estaba a punto de dormirse, un
misterioso ser la abrazó en la oscuridad, explicándole que él era
el esposo para el cual estaba destinada. Ella no conseguía ver sus
rasgos, pero su voz era dulce y su conversación llena de ternura. Su
matrimonio se consumó, pero antes de que volviera la aurora, el
extraño visitante desapareció, haciéndole prometer primero a
Psique que jamás intentaría ver su rostro.
Psique no estaba descontenta con su nueva vida. No le faltaba de
nada excepto su encantador esposo, que sólo iba a visitarla en la
oscuridad de la noche. Sin embargo, fue presa de la nostalgia y una
noche pidió a su marido que la dejase visitar a sus hermanas. Eros
accedió a cambio de lo que le había hecho prometer a Psique.
Visitó entonces a sus dos hermanas que, devoradas por la envidia,
sembraron en su corazón las semillas de la sospecha, diciéndole que
su esposo debía ser un horrible monstruo para esconderse así de
ella. La criticaron tanto que una noche Psique, a pesar de su
promesa, se levantó de la cama que compartía con su esposo, con
disimulo encendió una lámpara y la sostuvo encima del misterioso
rostro.
En vez de un espantoso monstruo, contempló al joven más hermoso
del mundo -el propio Eros-. A los pies de la cama estaban su arco y
sus flechas. En su conmoción y su gozo, Psique tropezó y se pinchó
con una de las flechas, y por eso acabó por enamorarse profundamente
del joven dios. Pero su movimiento hizo que una gota de aceite
caliente cayera sobre el hombro desnudo del dios. Él se despertó
enseguida, regañó a Psique por su falta de palabra e inmediatamente
desapareció.
El palacio desapareció también, y la pobre Psique se encontró
en la roca solitaria otra vez, en una espantosa soledad. Al principio
pensó en suicidarse y se tiró a un río que había cerca de allí,
pero las aguas la llevaron suavemente a la otra orilla.
Desde entonces ella vagó por el mundo en busca de su perdido
amor, perseguida por la ira de Venus y obligada por la diosa a
someterse a cuatro terribles pruebas, que consiguió superar una tras
otra, gracias a la ayuda de las criaturas de la Naturaleza -las
hormigas, los pájaros, los juncos-.
Finalmente tuvo que descender incluso al mundo subterráneo, a
donde ningún mortal puede ir. Tenía que pedirle a Perséfone un
frasco de agua de Juventud que le estaba prohibido abrir. Psique
desobedeció movida por la curiosidad y quedó sumida en un profundo
sueño.
Al final, conmovido por el arrepentimiento de su infeliz esposa, a
la que nunca había dejado de amar y proteger, Eros despertó a
Psique de un flechazo de su sueño mortal y, subiendo al Olimpo, le
pidió permiso a Júpiter para que Psique se reuniera con él.
Júpiter se lo concedió y le otorgó a Psique la inmortalidad,
dándole de comer la Ambrosía. Venus olvidó su rencor y la boda de
los dos enamorados se celebró en el Olimpo con gran regocijo.
El segundo tema elegido ha
sido el del destino griego en la obra Edipo Rey de
Sófocles, cuyos fragmentos han leído las alumnos de 2º
Bachillerato de Griego
Cuando nace Edipo, un
oráculo le vaticina que será el causante de la desgracia de sus
padres, por lo que es abandonado para que muera en el bosque. Pero un
pastor se apiada del niño y se lo entrega a los reyes de un país
vecino. Cuando ya Edipoes mayor, consultado de nuevo el oráculo con
el mismo resultado y pensando que se refiere a los que él considera
sus padres, los abandona para no causarles la desgracia. Por el
camino se enfrenta con un viajero, al que mata. Al llegar a Tebas, la
libera del terrible monstruo que la sojuzgaba, la Esfinge,
descubriendo su enigma.
Se convierte en rey de
Tebas, casándose con la reina que acaba de enviudar. Al cabo de los
años, tienen hijos y son felices. Es entonces cuando una terrible
peste azota la ciudad. Edipo se compromete a descubrir este segundo
enigma, el motivo de la enfermedad, y salvar a Tebas. Toda la obra
es el desarrollo del proceso que conduce paso a paso al
descubrimiento de este enigma que, trágicamente, desvela a Edipo
también su verdadero enigma: él es el causante de esta peste, pues
lleva en sí la terrible mancha del parricidio (pues ha matado a su
padre, el viajero del camino) y el incesto (pues se ha casado con su
madre, la reina viuda de la ciudad). Sus hijos son a la vez sus
hermanos. Cuando esta terrible verdad queda clara ante sus ojos,
Edipo se precipita dentro de palacio, encuentra que Yocasta, su
madre-esposa, se ha ahorcado, y con uno de sus broches se saca los
ojos incapaz de soportar la vista de lo que ha hecho. Ciego ya, se
despide conmovedoramente de sus hijas dispuesto a partir al destierro
y librar a Tebas de los males que su presencia pudiera acarrearle.
El destino es inexorable y
nunca se puede escapar de él
La obra se cierra con unas
palabras del coro mostrando el ejemplo de Edipo, que había llegado a
la cumbre del poder y la prosperidad y es ahora el más digno de
lástima de los hombres. En consecuencia, a nadie puede considerarse
feliz antes de que alcance el fin de su vida sin sufrimientos.