miércoles, 30 de abril de 2014

DÍA DEL LIBRO. LITERATURA CLÁSICA.

Con motivo del Día del Libro, el Departamento de Latín y de Griego, ha organizado una serie de lecturas en clase con sus alumnos. Los temas escogidos han sido:

El mito de Eros y Psique, que se cuenta en la obra del autor latino Apuleyo titulada El asno de oro. Los alumnos que se han dedicado a su lectura han sido los de 1º Bachillerato.
Psique (en griego la palabra quiere decir “alma”) era una princesa de una belleza tan extraordinaria que la misma diosa Venus estaba celosa de ella. 

Sin embargo, Psique era tan bella que seguía virgen porque su belleza sobrehumana asustaba a sus pretendientes. Afrodita ordenó a su hijo Eros, el dios del amor, que castigara a la atrevida mortal. Por eso, algún tiempo después, un oráculo mandó al padre de Psique, bajo la amenaza de una terrible calamidad, que llevara a su hija a una roca solitaria donde sería devorada por un monstruo.
Pero el dios Eros, cuando vio a la muchacha que tenía que morir en la boca del monstruo que la esperaba abajo, quedó tan impresionado por su belleza que tropezó y se pinchó con una de sus propias flechas.
Así fue como Eros se enamoró de la persona que su madre le había mandado eliminar. Temblando, pero resignada, Psique estaba esperando en su roca solitaria la ejecución del oráculo, cuando de repente se sintió suavemente elevada por los vientos; era Céfiro, el viento del Oeste, que la llevó a un valle donde quedó dormida, sobre un verde cesped.

Al despertar, Psique descubrió ante sí un magnífico palacio de oro y mármol.
Cuando cayó la noche y Psique estaba a punto de dormirse, un misterioso ser la abrazó en la oscuridad, explicándole que él era el esposo para el cual estaba destinada. Ella no conseguía ver sus rasgos, pero su voz era dulce y su conversación llena de ternura. Su matrimonio se consumó, pero antes de que volviera la aurora, el extraño visitante desapareció, haciéndole prometer primero a Psique que jamás intentaría ver su rostro.



Psique no estaba descontenta con su nueva vida. No le faltaba de nada excepto su encantador esposo, que sólo iba a visitarla en la oscuridad de la noche. Sin embargo, fue presa de la nostalgia y una noche pidió a su marido que la dejase visitar a sus hermanas. Eros accedió a cambio de lo que le había hecho prometer a Psique.
Visitó entonces a sus dos hermanas que, devoradas por la envidia, sembraron en su corazón las semillas de la sospecha, diciéndole que su esposo debía ser un horrible monstruo para esconderse así de ella. La criticaron tanto que una noche Psique, a pesar de su promesa, se levantó de la cama que compartía con su esposo, con disimulo encendió una lámpara y la sostuvo encima del misterioso rostro.
En vez de un espantoso monstruo, contempló al joven más hermoso del mundo -el propio Eros-. A los pies de la cama estaban su arco y sus flechas. En su conmoción y su gozo, Psique tropezó y se pinchó con una de las flechas, y por eso acabó por enamorarse profundamente del joven dios. Pero su movimiento hizo que una gota de aceite caliente cayera sobre el hombro desnudo del dios. Él se despertó enseguida, regañó a Psique por su falta de palabra e inmediatamente desapareció.
El palacio desapareció también, y la pobre Psique se encontró en la roca solitaria otra vez, en una espantosa soledad. Al principio pensó en suicidarse y se tiró a un río que había cerca de allí, pero las aguas la llevaron suavemente a la otra orilla.

Desde entonces ella vagó por el mundo en busca de su perdido amor, perseguida por la ira de Venus y obligada por la diosa a someterse a cuatro terribles pruebas, que consiguió superar una tras otra, gracias a la ayuda de las criaturas de la Naturaleza -las hormigas, los pájaros, los juncos-.
Finalmente tuvo que descender incluso al mundo subterráneo, a donde ningún mortal puede ir. Tenía que pedirle a Perséfone un frasco de agua de Juventud que le estaba prohibido abrir. Psique desobedeció movida por la curiosidad y quedó sumida en un profundo sueño.

Al final, conmovido por el arrepentimiento de su infeliz esposa, a la que nunca había dejado de amar y proteger, Eros despertó a Psique de un flechazo de su sueño mortal y, subiendo al Olimpo, le pidió permiso a Júpiter para que Psique se reuniera con él.
Júpiter se lo concedió y le otorgó a Psique la inmortalidad, dándole de comer la Ambrosía. Venus olvidó su rencor y la boda de los dos enamorados se celebró en el Olimpo con gran regocijo.


El segundo tema elegido ha sido el del destino griego en la obra Edipo Rey de Sófocles, cuyos fragmentos han leído las alumnos de 2º Bachillerato de Griego

Cuando nace Edipo, un oráculo le vaticina que será el causante de la desgracia de sus padres, por lo que es abandonado para que muera en el bosque. Pero un pastor se apiada del niño y se lo entrega a los reyes de un país vecino. Cuando ya Edipoes mayor, consultado de nuevo el oráculo con el mismo resultado y pensando que se refiere a los que él considera sus padres, los abandona para no causarles la desgracia. Por el camino se enfrenta con un viajero, al que mata. Al llegar a Tebas, la libera del terrible monstruo que la sojuzgaba, la Esfinge, descubriendo su enigma.

Se convierte en rey de Tebas, casándose con la reina que acaba de enviudar. Al cabo de los años, tienen hijos y son felices. Es entonces cuando una terrible peste azota la ciudad. Edipo se compromete a descubrir este segundo enigma, el motivo de la enfermedad, y salvar a Tebas. Toda la obra es el desarrollo del proceso que conduce paso a paso al descubrimiento de este enigma que, trágicamente, desvela a Edipo también su verdadero enigma: él es el causante de esta peste, pues lleva en sí la terrible mancha del parricidio (pues ha matado a su padre, el viajero del camino) y el incesto (pues se ha casado con su madre, la reina viuda de la ciudad). Sus hijos son a la vez sus hermanos. Cuando esta terrible verdad queda clara ante sus ojos, Edipo se precipita dentro de palacio, encuentra que Yocasta, su madre-esposa, se ha ahorcado, y con uno de sus broches se saca los ojos incapaz de soportar la vista de lo que ha hecho. Ciego ya, se despide conmovedoramente de sus hijas dispuesto a partir al destierro y librar a Tebas de los males que su presencia pudiera acarrearle.
El destino es inexorable y nunca se puede escapar de él
La obra se cierra con unas palabras del coro mostrando el ejemplo de Edipo, que había llegado a la cumbre del poder y la prosperidad y es ahora el más digno de lástima de los hombres. En consecuencia, a nadie puede considerarse feliz antes de que alcance el fin de su vida sin sufrimientos.


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