El alumnado de 2º de ESO, junto con sus profesoras de Tecnología, Laura Pilar y Mayte, y de Portugués, Nanda, hemos viajado este lunes 15 de mayo a la capital de Portugal para conocer un poquito más sobre su historia, su arquitectura, su cultura y su lengua.
Nuevamente, el encargado de llevarnos fue, como no, Vicente, que esta vez venía acompañado por Sandra, una conductora muy jovencita y valiente (no sólo por enfrentarse una vez más a la carretera, sino porque esta vez lo hacía al frente de un autobús lleno de adolescentes con muchas ganas de pasarlo bien).
Después de varias horas de trayecto, comenzamos a avistar a lo lejos el impresionante monumento a Cristo Rei, que, con sus más de 28 metros de altura, desde lo alto de Almada, nos indica que queda poco para entrar en la ciudad de Lisboa. Aunque se pueda pensar lo contrario, esta construcción (pues en su interior alberga la Capilla de Nossa Senhora da Paz) es posterior a la del Cristo Redentor de Río de Janeiro, en el cual se inspira.
Al igual que el Puente de D. Luís I unía las ciudades de Vila Nova de Gaia y Porto, el Puente 25 de Abril une Lisboa con la población de Almada. De las peculiaridades de este magnífico puente colgante, que nos recuerda inevitablemente al Golden Gate de San Francisco, nos habla Laura Pilar, que aprovecha para “evaluar” los conocimientos del alumnado… y, ¿cuál es el río que atraviesa el puente? El Tejo será la denominación que nuestros vecinos den a “nuestro” Tajo, que, en su desembocadura, cuenta con uno de los puertos fluviales más activos de Europa.
Nuestro primer destino, la zona de Belém, está ya muy cerquita. El primer monumento que podemos contemplar, de lejos en principio, es el majestuoso Monasterio de los Jerónimos, que dejamos a un lado para visitar primero el Monumento a los Descubrimientos y, junto a él, la maravillosa Torre de Belém, de cuya arquitectura, simbología y usos a lo largo de la historia, además de alguna que otra curiosidad, nos hablan los alumnos de portugués Irene Torvisco y Álvaro Méndez. Lo mismo pasará con el Monasterio de los Jerónimos, que ahora examinamos con mayor detenimiento, y del cual se encargan de ilustrarnos Óscar Sánchez y Javier Garrido. Ellos cuatro, junto con el resto de alumnado de portugués, se encargaron de investigar sobre los principales monumentos y edificios de la Ciudad de las Siete Colinas antes de realizar este maravilloso recorrido.
Muy cerquita del Monasterio, adquirimos los famosos y deliciosos pasteles de “Natas” (en portugués, “nata” es crema -y no nata, como podemos comprobar nada más verlos y degustarlos) en la Fábrica de Pastéis de Belém. Y desde ahí nos encaminamos hasta el Museo Quake, un museo inmersivo que nos deja sin palabras tras hacernos viajar en el tiempo y “vivir” en primera persona el Terremoto de 1755.
Después de un merecido descanso para reponer fuerzas en los mismos jardines que hay frente al Monasterio, hacemos una pequeña “incursión” en autobús al centro de la ciudad, donde podemos observar, desde la propia Plaza de Rossío - con su magnífica y singular Estación y el Teatro Nacional de D. Maria II- el imponente Castillo de San Jorge sobre un lado y, en el lado contrario, las ruinas más hermosas, las de la Iglesia do Carmo bajo cuyos pies asoma el Elevador de Santa Justa. Y, con el Monumento al Marqués de Pombal despidiéndonos frente a los jardines de Eduardo VII, nos encaminamos hacia el Parque das Nações, donde disfrutaremos de la segunda parte de nuestro viaje.
El Parque de las Naciones, designación que se le dio al lugar donde se celebró la Exposición Mundial de 1998, además de ser el lugar donde se ubica el Oceanário, el Teatro Camões o el Museo de Ciencia Moderna, es también uno de los distritos financieros más grandes de la ciudad de Lisboa y de Europa. Del Oceanário nos llama la atención su estilo arquitectónico moderno, cuyo interior alberga el gran tanque central del acuario y los distintos hábitats donde se pueden conocer más de 500 especies diferentes. A la entrada nos están esperando dos amables guías; Rita y David que, durante más de hora y media, nos enseñan cada rincón de este impresionante lugar, haciendo hincapié en todo momento sobre la importancia de cuidar el planeta, ya que muchas de las especies recogidas ahí se encuentran en peligro de extinción debido al cambio climático.
Junto al Oceanário, y para despedirnos de Lisboa, nos subimos al Teleférico para observar desde lo alto la majestuosidad del río y la impresionante obra arquitectónica que supone el Puente Vasco da Gama, con sus casi doce kilómetros y medio de extensión y del cual, nuevamente, nos dan más nociones nuestras expertas en tecnología.
Para despedirnos de Lisboa, intentamos hacernos una fotografía divertida en los jardines que rodean el Oceanário pero… juzguen ustedes mismos si lo conseguimos o no… Quizás no refleja el momento que tratamos de buscar pero, sin dudas, muestra lo divertida que fue nuestra experiencia en la ciudad.
Y hasta aquí nuestro resumen del viaje a la capital lusa, donde pudimos también “falar” en portugués y darnos cuenta de que no es tan difícil entendernos como parece.