EXCURSIÓN
A MÉRIDA. FESTIVAL DE TEATRO GRECOLATINO
Ese
martes, 10 de abril de 2018, amaneció muy, muy lluvioso. A pesar de ello, a las
8.30 los alumnos de 1º Bachillerato con las dos profesoras acompañantes (Margarita
Sousa, profesora de Filosofía, y Nuria López, profesora de Latín y Griego) nos
montamos en el autobús rumbo al Festival de Teatro Grecolatino en su XXII
edición. En todo momento confiamos en que la lluvia nos diera una tregua para
que pudiera desarrollarse la representación. Sabíamos que, a poco que el tiempo
lo permitiera, los actores saldrían a escena. Nunca habíamos tenido que ver una
obra suspendida, incluso aunque hubiera una lluvia fina o el sol calentara
hasta hacernos desfallecer. Porque después de tantas ediciones, sin faltar
ninguna, hemos visto y sufrido todo tipo de inclemencias. Pero este año, por
primera vez, la obra no puedo representarse. Esta será, por lo tanto, la
crónica de una tragedia: Medea, de Eurípides, que no pudo realizarse.
Además,
¡cualquiera les decía a los alumnos que se suspendía la actividad y que se
quedaran en clase!. Llegamos a Mérida sobre las 10.30, siempre bajo una lluvia
intensa. A pesar de todo, a las 11.00 nos dirigimos al teatro. Barro, agua,
escenario embarrado, equipo de sonido tapado, charcos en la cavea.
A
las 11.30, ya bastante mojados y previniendo por los comentarios que la obra no
iba a representarse, la mayoría de los alumnos, con una de las profesoras,
decidió ir a visitar el Museo de Arte Romano, ya que aunque teníamos prevista
la visita por la tarde, ante los acontecimientos, modificamos los planes,
pensando en volver a Jerez después de comer. Un grupo de alumnos optó por
permanecer en el teatro, al menos hasta ver si algún actor salía al escenario,
así que la otra profesora permaneció con ellos. Y la espera mereció la pena,
porque poco después, cuando ya quedaba muy poca gente en el teatro, salieron
todos los actores a saludar y a disculparse, entre lágrimas, por no poder
representar la obra. ¡Un año de trabajo perdido por un rato de lluvia!.
Ante
las aclamaciones de los que estábamos, al menos quisieron agradecernos nuestra
presencia con una representación del coro de la obra. Un minuto, pero
magnífico. Sin sonido, los que estábamos en silencio absoluto para oír el
llanto de Medea y su coro de mujeres.
De todas las almas que sufren y
piensan, la mujer es la más indefensa. Ataque a una
sociedad misógina, venganza de situación familiar atacando a la pareja y a los
propios hijos, ¿aunque sea una obra clásica, no es de mayor actualidad?
También
hubo sesión de fotos con los actores, así que por lo menos nos llevamos un
recuerdo.
Aprovechando
que, dadas las circunstancias, se permitía el acceso libre al anfiteatro,
visitamos también el escenario de tantas luchas de gladiadores. Y, genial, al
terminar nuestra visita y ver el teatro ya completamente vacío, quizá la única
oportunidad para actuar en ese marco incomparable. Seguro que a los que se
subieron al embarrado escenario no se les olvidará nunca su presencia allí
mirando a la vacía cavea.
Gran
actuación, bajo la atenta mirada de Ceres, diosa de la agricultura, que preside
el mito de las estaciones, pues cuando está con su hija Proserpina en primavera
y verano, todo florece, pero cuando su hija se va con su esposo Plutón, su
madre está tan triste que la tierra no germina ni produce frutos. Seguramente
ese día estaba muy, muy apenada, por la lluvia que estaba cayendo. La estatua
que vemos en el teatro es una réplica, pues el original se conserva en el
Museo.
Allí
fuimos para ver la original y unirnos al resto del grupo, pero como habíamos
tardado más de una hora, ya lo habían visitado. Nuestro grupo, con alguno más
que prefirió volver a ver el Museo, se quedó en este lugar, y los demás fueron
a dar una vuelta por el centro de Mérida.
Vimos
epitafios, mosaicos, adornos, utensilios, restos del foro, la cripta,…y además
pudimos ver una pintura conservada de la casa de El Pomar, situada en nuestra
localidad.
Terminada la visita sobre las 2.30, todos nos
fuimos ya a comer y a las 4.00 de la tarde cogimos el autobús para volver a
casa. Sólo dejó de llover cuando veíamos las torres de Jerez desde la
carretera. Júpiter Tonante nos despidió con unos rayos de sol y el arco iris en
el cielo.
Nuria López
Tejido
Profesora de
Latín y Griego
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