miércoles, 10 de diciembre de 2014

ALGUNAS CURIOSIDADES DE LA CIVILIZACIÓN GRIEGA.




Rasgos principales
¿Cómo vivían los griegos del siglo V a. C.? ¿Cuáles eran sus actividades habituales? Especialmente, conocemos bastante bien la vida de Atenas, gracias a la literatura (comedias y discursos) y al arte (cerámica). Éstos son algunos de esos detalles:
  • En la ciudad no había casas ostentosas o grandes palacios.
  • La mayoría de las casas estaban construidas con barro y madera. Solían tener una sola planta, en el caso de que  hubiera dos, solían tener una escalera exterior.
  • El mobiliario estaba formado por baúles, camastros, sillas, etc.
Sabemos que los hombres solían pasar mucho tiempo fuera de sus viviendas y por ello no se preocupaban por tener grandes lujos.
Un día cualquiera
Veamos qué tipo de vida hacía un ciudadano ateniense medio. Por la mañana se vestían y tomaban un poco de comida: pan con aceite y aceitunas.
Las mujeres apenas salían de casa, dedicaban bastante tiempo a su arreglo personal, usaban cremas, perfumes, adornos y joyas.

Los hombres pasaban la mañana en el ágora o en el campo cuidando de sus negocios y de sus tierras.

Al mediodía tomaban algo ligero para comer y descansaban. Después solían ir a los baños  y a las barberías. Al caer la tarde volvían a casa para cenar, esta era la comida más importante del día. A veces se cenaba en familia, en otras ocasiones había invitados. En ese caso, tras la cena se celebraba un simposion (τὸ συμπόσιον: "bebida en común")
Los symposia o banquetes



Cuando los invitados llegaban a la casa del anfitrión se
descalzaban y los esclavos les lavaban los pies. En algunas ocasiones se ponían guirnaldas. A continuación se tumbaban a comer, reclinados en lechos, tomaban la comida servida en mesas bajas. No usaban cubiertos, cogían la comida con la mano derecha. Si las mujeres de la casa habían estado presentes, se retiraban de la sala y los hombres bebían vino mezclado con agua. Ése era propiamente el simposion (συμπόσιον). Se nombraba un jefe ('simposiarca'), que debía proponer entretenimientos: música, danzarinas, poesía, etc. En ocasiones especiales el anfitrión contrataba a un grupo de músicos y danzarinas. En otros casos, los participantes recitaban poemas o charlaban sobre una cuestión.
El ciudadano ateniense no gustaba de grandes ostentaciones. Sus casas eran dignas pero sin excesiva aparatosidad. Los hombres pasaban la mayor parte del tiempo en la calle y por ello no se preocupaban de tener grandes lujos en casa.
Eran personas madrugadoras. Tras tomar un frugal desayuno –pan con aceite o vino- salían para dirigirse a sus ocupaciones. Quiénes tenían negocios o tierras, se ocupaban de ellos hasta el mediodía. En cambio, los que vivían de rentas pasaban la mañana en el ágora o plaza principal del la urbe donde los ciudadanos se reunían para hablar y debatir.

 
Al mediodía, regresaban a sus casas para tomar una comida ligera y hacer un breve reposo. Después, salían de nuevo para dirigirse a los baños públicos y a las barberías, donde continuaban sus relaciones sociales y, al caer la tarde, retornaban a casa para cenar.
Ésta era la comida más importante del día. Podía realizarse en familia o, si había invitados, se organizaba un ‘symposion’, es decir, un banquete. Cuando éstos llegaban, los esclavos les lavaban los pies y, a veces, los coronaban con guirnaldas. Después, pasaban al comedor donde, reclinados en lechos y con la mano derecha –no había cubiertos-, tomaban las viandas que iban poniéndose en mesas bajas.
Si había mujeres presentes, se retiraban entonces y los hombres bebían vino con agua y uno de ellos –el ‘simposiarca’- proponía entretenimientos tales como música, bailarinas, poesía o juegos.

Precisamente, las mujeres llevaban una vida bastante marginal respecto a los hombres. Aunque dedicaban bastante tiempo a su arreglo y adorno –con cremas, perfumes y joyas-, apenas salían de casa.
Por otra parte, el saludo griego difería del romano. Si éstos se acostumbraban a besar, aquéllos sencillamente levantaban la mano derecha. El apretón de manos, que ya existía, se reservaba sin embargo para ceremonias solemnes o sellar pactos. En cuanto a los gestos de aprobación y rechazo, eran idénticos a los nuestros, puesto que, para lo primero, aplaudían y, para lo segundo, gritaban y silbaban.


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