-¡Calla! No
insistas, la decisión está tomada desde hace tiempo y debemos seguir los planes
marcados. Si notan que nos desviamos del camino tomarán represalias contra
nosotros.
El joven se
notaba nervioso, desconcentrado, aterrado. Notaba que el asunto se les estaba
yendo de las manos.
Su plan era
complicado y no falto de riesgos. ¿Hasta dónde estaba dispuesto a llegar? Y sus
compañeros, ¿arriesgarían todo por este asunto como pensaba hacerlo él? Cada
vez que pensaba en las consecuencias más se aterraba. Sería mejor lanzarse
hacia adelante y no pensar tanto en las consecuencias, sobre todos si las
consecuencias resultaban ser nefastas y desastrosas para todos.
-El plan está
en proceso desde hace meses, comento Jack a sus compañeros. No podemos parar
ahora, pues como sepan que no seguimos con el plan establecido nos quitarán del
medio a todos, a todos sin excepción.
- Ya, pero
podríamos largarnos antes de que todo esto empiecen, comentó Bruno. Puede que
tengamos el tiempo justo para salir del país y perdernos por el mundo.
- Nos
cogerían antes de poner un pie fuera de esta ciudad, repuso Jack. Nos vigilan.
Siguen nuestros pasos. Estamos controlados noche y día. Ellos saben todo de
nosotros. Antes de haber dado nosotros un paso, ellos son conscientes de lo que
vamos a hacer. Nos tienen bien cogido. Tenemos que seguir con el plan. Además,
después del esfuerzo y las horas de
trabajo en llevar a cabo esta misión…
- Vale. No
dudaremos más. Seguiremos adelante con esta misión. Pero debemos conocer las
posibles salidas por si esto no nos sale bien.
- No es el
momento. ¿Estamos todos dispuestos a cumplir nuestra misión?
En el pequeño
taller de motos se oyó un único y unísono SÍ.
Jack empezó a
repasar el plan. A las 15 horas nos encontraremos todos en el aeropuerto.
Dentro del aeropuerto. Dos horas antes entraremos sin levantar sospechas, con
actitud tranquila y serena. Iremos ocupando nuestros puestos y ocupaciones. No
quiero dudas de última hora. ¿De acuerdo?
Todos
asintieron con sus cabezas en actitud sumisa a su líder. Todos a una.
La primera
parte de la misión era acceder al Aeropuerto Internacional Federal. ¿Cómo
habían planeado acceder a uno de los lugares más seguros del país sin levantar
sospechas? El plan estaba decidido hace tiempo. Entrarían infiltrados como
trabajadores de pistas, sustituyendo a los trabajadores titulares, que no
llegarían al lugar de trabajo, ya que serían interceptados en el camino y
conducidos al taller de motos donde ahora se reunía el grupo. Allí
permanecerían encerrados y custodiados por dos hombres, hasta que todo acabara.
A las 3 de la tarde, cada uno de los 7 miembros de los denominados “camisas
blancas” estaría situado justo en su puesto de trabajo; puesto de trabajo que
conocían perfectamente al expiar y observar las faenas que los trabajadores de
pista realizaban a diario.
Pero, ¿qué hacía este grupo de aparentes
terroristas en la pista del más importante aeropuerto del país? Estaban
esperando un avión. Pero no era un avión cualquiera, estaban esperando el avión
del presidente. ¿Para qué? Pronto lo sabremos.
Ese avión tan
esperado aterrizaría en la pista C-5, y allí estarían los componentes de
nuestro grupo, cada uno en su puesto, armados y atentos a las órdenes ya
conocidas para poder ejecutar el plan establecido.
A las 15,15
una voz de mujer anunciaba por la megafonía del aeropuerto, la llegada del
avión presidencial. En dos minutos estaría en la pista, y ellos deberían estar
muy cerca del avión, tan cerca como les sea posible para poder cumplir su
cometido.
El avión tomó
tierra y se deslizaba lentamente hacia su punto final, donde varios coches
negros esperaban unos junto a los otros, y de los cuales, minutos antes habían
descendido una multitud de hombres de negro, con sus gafas de sol negras, de
cuerpos fornidos, rostros impasibles y armados, armados hasta la médula.
Contando por encima podría haber solamente allí unos quince guardaespaldas.
Pero pocos metros más allá, seguramente esperaran otros tantos. Era cuestión de
andar con pies de plomo, de no llamar la atención y de acercarnos poco a poco
hasta el avión.
Pero cuál era
nuestro trabajo y cometido en la pista. Aquí viene la segunda parte del plan.
La función de dos de los hombres era acercar unas escaleras por las que debía
descender el presidente. Otro hombre accedería por las escaleras para manipular
la puerta desde fuera, y junto a este tercero, subirían otros dos simulando ser
guardias de pista para custodiar la salida del presidente y sus acompañantes.
Se acercaba
el momento más importante de la misión. De los siete hombres, tres podrían
entrar en el avión de una manera fácil. Los otros cuatro deberían salir de allí
lo más rápido y seguro posible, sin levantar sospechas.
Finalmente el
avión se detuvo. El primer paso, acercar las escaleras, estaba en marcha. Un
pequeño vehículo ocupado por dos hombres arrastraba unas escaleras. Pasaron por
delante de los hombres de negro. Todo iba bien. Los hombres de negro parecían
entretenidos con conversaciones, risas y bromas. Las escaleras se
desengancharon del remolque. Los dos hombres la manipularon para aproximarla a
la salida del avión. Una vez ajustada, otro coche se acerca hasta el avión. Se
detiene y de él bajan tres hombres, dos guardias de pista y el piloto del
coche. Se disponen a subir por las escaleras cuando dos hombres de negros se
les acercan. Les obligan a identificarse antes de dar el visto bueno para que
sigan subiendo escaleras arriba. Suerte que las falsificaciones hechas con
antelación son bastante fiables. Los guardaespaldas dan el visto bueno. Gracias
a que no les han registrado, pues dentro de sus ropas llevan pequeñas pistolas
y algún que otro explosivo de elaboración casera. El camino está despejado y
los tres hombres subían las escasas escaleras que les llevaba hasta su meta.
Llegaron al final y avisaron por la radio a los de adentro. En un minuto la
puerta se abriría. Los de abajo, los guardaespaldas, se distribuyeron entre los
coches y las escaleras, esperando el descenso del presidente.
Pero antes de
abrir la puerta del avión tenemos que resolver la situación de los cuatro
hombres que van a quedar en la pista. Dos de ellos, encargados de aislar la
zona donde el avión presidencial se encuentra, acaban de deslizarse hacia el
interior del aeropuerto, y podrán salir, con suerte, del lugar, antes de que
todo se complique. Posiblemente los dos operarios de las escaleras corran peor
suerte, ya que permanecen en el coche al lado de las escaleras. Cuando la
puerta se abra y se vuelva a cerrar, su situación puede ser complicada.
Y llegó el
momento. La puerta empieza a abrirse, poco a poco. Pero no hizo falta más que
un pequeño hueco para que nuestros tres hombres se abalanzaran dentro y la
puerta volviera a cerrarse de inmediato. Dos situaciones paralelas, las de los
que se encuentran dentro del avión y los que están en la pista. Dentro no se
oye nada. Fuera todo parece confusión, prisas, teléfonos que intercambian
información, hombres armados que se refugian tras puertas de coches abiertos.
Por suerte nadie se fija en los dos hombres que retroceden en un coche-grúa de
traslado de escaleras autorizado por uno de los hombres de negro, sin ni
siquiera prestarles la menor atención.
En pocos
minutos estarían fuera del aeropuerto y camino del pequeño taller de motos
donde se encontrarían con sus otros compañeros y permanecerían el tiempo justo
para cambiar de aspecto y salir del taller en un coche en dirección al punto B,
muy lejos de esta ciudad y donde esperarían nuevos acontecimientos. Si todo va
bien, saldrán del país en pocas horas.
Volvemos al
aeropuerto, donde nos encontramos un avión presidencial capturado por tres
hombres. Esta zona del aeropuerto queda totalmente aislada. En cinco minutos el
ejército está en la pista. También la SIA está en el lugar, y ha tomado el
control de la situación. Después de veinte minutos, la ventanilla de la cabina
del avión se abre, y una bolsa cae al suelo. La ventanilla se cierra
inmediatamente. Todas las ventanas del avión están cerradas. No se puede ver
nada.
Los hombres
de negro recogen la bolsa y se la entregan al jefe de operaciones especiales de
la SIA. Dentro de la bolsa encuentran todos los móviles de los viajeros del
avión presidencial, los de los pilotos y azafatas. También encuentran un
escrito. El jefe de operaciones comienza a leer lo que parece ser una petición de las personas que han tomado
por rehén al Presidente y sus acompañantes.
Dentro del
avión se encuentran veinte personas, más los tres hombres de nuestro grupo los
“camisas blancas”. El piloto y su dos ayudantes, tres azafatas, el Presidente y
su séquito, compuesto por cinco guardaespaldas, y el resto, distintos asesores
del Presidente.
Pero qué dice
el comunicado?
“Esto es un
secuestro. El Presidente, su séquito de asesores y los miembros de la
tripulación permanecerán retenidos dentro de este avión. Nadie se acercará al
avión sin nuestro permiso y autorización. Nos comunicaremos a través del
teléfono del presidente. Nuestras exigencias, para liberar al presidente y
todos sus acompañantes son las siguientes:
1.- la
liberación de todos los pacifistas arrestados que se encuentran en las
distintas cárceles del Estado.
2.- la
aprobación en el Congreso de la ley de Seguridad Social gratuita para todos los
ciudadanos.
3.- la
aprobación de la Ley que regule la situación de los millones de inmigrantes
ilegales del país, concediéndoles la nacionalidad.
4.- sacar al
ejército de los países donde está interviniendo actualmente en el plazo de una
semana.
5.- cierre
inmediato de un listado de industrias muy contaminantes, repartidas por todo el
país.
6.- perseguir
y castigar todos los casos de corrupción que vive nuestro país, llevando a la
cárcel a todos aquellos que se queden con dinero público y se lucren de la
riqueza de un país.
Si ustedes
van cumpliendo y van ejecutando estas propuestas, iremos liberando día a día a
los rehenes. Cuando todas nuestras peticiones se hayan cumplido soltaremos
finalmente al Presidente.
El oficial en
jefe y sus ayudantes de la SIA leen y releen detenidamente este manifiesto. Se
decide enviar estas peticiones al Vicepresidente. En comité especial se decide
qué hacer. Hay varias posibilidades: liberar por la fuerza el avión, con el
riesgo que eso entraña; negociar parte de las exigencias y llegar a un acuerdo
para poner fin al secuestro, o cumplir a rajatabla. La primera solución se descarta.
Se decide poner en marcha el segundo plan.
El
vicepresidente elige a un negociador de su confianza para llevar a cabo este
plan, y transmitir a los rehenes los pasos a seguir.
El teléfono
del presidente se utiliza para hablar con los rehenes, que disponen del
teléfono del piloto del avión. Se da el visto bueno por parte del gobierno para
cumplir con los puntos del ultimátum. Todos de acuerdo, en principio. Pero
agentes de la SIA tienen un segundo plan: liberar al presidente por las bravas.
A la caída de
la noche, cuando todo está en silencio, una fuerte explosión despierta de su
duermevela a los que se encuentran cerca del avión. La imagen es dantesca. El
avión del presidente arde totalmente en llamas. A pesar de la rapidez de los
bomberos, nada se puede hacer por evitar las llamas. Todo ha acabado, las
buenas y sensatas pretensiones de un grupo ecologista autodenominado los
“camisas blancas”, las vidas de varias personas, sus sueños, pretensiones,
esperanzas, y la vida de un Presidente al que no todos querían.
Transcurrida
dos semanas, todo quedó claro. Agentes de la SIA, el servicio de inteligencia
había sido el responsable de hacer saltar por los aires el avión del presidente
con todos sus ocupantes dentro. Pero por encima de ellos, personas del mundo de
la política, del partido rival, habían decidido eliminar a un presidente que,
según ellos, estaba actuando de forma peligrosa a favor de la población
inmigrante, de los más necesitados, contra la intervención militar, con clara
reducción del ejército y del armamento, que estaba luchando por evitar el
cambio climático y que se estaba acercando para tender la mano de líderes
mundiales que siempre fueron enemigos.
Toda esta
política asustaba a los más conservadores y habían elaborado esta trama.
Empezando por constituir el grupo de “camisas blancas”, inmigrantes ilegales en
el país, y a los que habían adiestrado para llevar a cabo esta misión, que
desde el principio tenía un fin dramático. Estos ilegales estaban amenazados.
Si no cumplían el plan establecido morirían ellos y toda su familia. Y se
perseguiría la inmigración ilegal. Por lo que no les quedaba otra que llevar
adelante esta misión, esperando que todo acabara felizmente. Pero el final de
algunos de ellos sería trágico, como ya conocemos.
Todo esto
maquinado y pensado para acabar con un hombre, con una política aperturista y
liberal, y con la llegada de un país más humanizado, pacífico e igualitario.
Más el efecto
producido por este acto de horror hacia el presidente y los ocupantes del avión
presidencial, tuvo un efecto contrario, y la propia sociedad fue capaz de
culminar la política de libertad, igualdad, y bienestar emprendida por su
presidente.
FIN.
Agradecemos la colaboración de los alumnos de 1º, 2º y 3º de la ESO.
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